jueves, 30 de enero de 2014

Oslo, 31 de Agosto

Como un edificio que se derrumba, así es la vida de Anders; un ser humano a medio camino entre la vida y la muerte, un animal herido que se debate entre la melancolía y la nostalgia y que honra su recién adquirida libertad reviviendo un pasado cargado de reencuentros imposibles con el único fin de mirar fríamente y cara a cara al mundo que lo ha destruido. Anders es, como sucediera en "Last days" (Gus Van Sant), un muerto en vida, un espíritu errante en medio del vacío y la indiferencia.

Basado en un texto de Pierre Drieu, el filme es abordado por su director como un viaje contemplativo a través de las acciones de su personaje protagonista. Sus encuentros y sus paseos por la ciudad que lo vio crecer servirán para manifestar un enfrentamiento con la realidad que lejos de pretender justificar sus actos o explicar su pasado, nos permitirán redescubrir junto a él el dolor que le empuja hacia su malestar. En un día de finales de agosto Anders se convierte en nuestro particular guía hacía la comprensión de la autodestrucción, hacia el vacío inconsciente que, en algún momento de nuestras vidas, se apodera de nosotros. Anders nos invita a conocer la realidad en la que se ha estancado, su realidad.

Pese a la tristeza que transpira el filme, en ningún momento el director pretende romper la fragilidad emocional que equilibra la película, conteniéndose ante cualquier acto de emotividad desbocada o grandilocuencia visual; pese a ello, o quizá precisamente por ello, la película alcanza momentos visuales realmente inspirados, momentos en los que la belleza y la tranquilidad que transpiran las imágenes se hermanan con la melancolía que inunda al protagonista. La sutileza de estos momentos, como la vuelta a casa en bicicleta o la mirada perdida de Anders al contemplar una autopista desde una habitación ajena, no persiguen la introspección ni la comprensión del personaje, si no la expresión última de un sentir diferente. Desde esta perspectiva creo que el filme consigue ir más allá del individualismo para pretender construir un discurso objetivo y generacional de un sentir en las antípodas de la felicidad. Un ejercicio arriesgado pero certero tanto en la forma como en el fondo.

Oslo, 31 de Agosto se construye en base a la confrontación de su protagonista con el mundo que le rodea, un mundo que no le es ajeno, pero con el que no comparte casi nada ya que su objetivo dista mucho de perseguir la felicidad. Anders está fuera de contexto (su realidad pertenece a otro lugar y lo sabe) no sólo cuando habla con sus amigos, si no también cuando escucha lo que sucede a su alrededor. En este sentido es especialmente brillante la secuencia de la cafetería, en la que el protagonista escucha las preocupaciones, intereses y deseos de la gente que le rodea. Para Anders la vida, tal y como la entienden los demás, es demasiado superficial; aunque el verdadero problema no es que lo sea, sino que él sea consciente de no estar en el mismo plano que los demás. Es la consciencia de ese hecho el que le come por dentro, un sentir que le impide ser como los demás, y le inhabilita para dejarse arrastrar por las aguas de lo socialmente establecido. Anders no busca la redención, no quiere recuperar el tiempo perdido ni rescatarse de su malestar, en el fondo sólo quiere volver a vivir un día para cerciorarse de aquello que intuye: es imposible escapar de la espiral del eterno retorno y es que por mucho que intente huir de su desesperación, la realidad y su entorno le devolverán al cauce que marca su destino.

La excelente interpretación de Anders Danielsen Lie y la sencillez visual para exponer la decadencia de un hombre contribuyen a crear un conjunto uniforme y reflexivo que nos plantea numerosas preguntas, ¿Puede tu vida cambiar en un día? ¿Dónde radica la felicidad? ¿Cabe esperar la salvación? ¿Hay tiempo para el cambio? Al final lo que comenzó con el recuerdo de una ciudad idealizada se transforma en la expresión de un dolor en el que se impone una huida hacia adelante y que nos devuelve inexorablemente al punto de partida. Es probable que de alguna manera Anders nunca estuviera ahí, aunque su presencia física parezca desmentirlo, tal y como se propone en un último recorrido inverso por los espacios que dieron contexto a su viaje.
7/10


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