jueves, 23 de enero de 2014

Agosto

No es la primera vez, y sin duda no será la última, en la que una reunión familiar sirve como detonante para airear los trapos sucios que se esconden en un núcleo familiar. Para esta ocasión el director John Wells opta por no romperse la cabeza y a penas se aleja de un planteamiento visual anclado en el original teatral.

El ritmo, las pautas, la tensión emocional y la cadencia del filme corren a cargo de un exultante reparto cuyo peso principal recae, como no podía ser de otra manera, en Meryl Streep; convertida para la ocasión en centro neurálgico de la inestabilidad familiar y anfitriona de una reunión abocada al desastre. Pese a que en ocasiones las interpretaciones puedan resultar un tanto excéntricas el conjunto resulta lo suficientemente contenido como para ser creíble. En este sentido cabe destacar la interpretación de Julia Roberts, segunda de abordo y sin duda la que aporta más estabilidad y realismo a la historia junto con un imponente Chris Cooper. En el reparto también destacan Margo Martindale, brillante como punto de inflexión tragicómico, Sam Shepard, o Benedict Cumberbatch. Entre la interpretaciones más erráticas y desdibujadas están Abigail Breslin, aún luchando por encontrar su sitio, Ewan McGregor y Juliette Lewis quien nos ofrece una vez más el único papel que sabe interpretar.



Dentro de la puesta en escena, y dejando a parte la dinámica de los actores, conviene destacar la voluntad del director por crear un ambiente asfixiante, algo que se deja traslucir no sólo por los comentarios de los personajes (el calor es bochorno), sino por el uso de una iluminación tenue con un viraje sepia que nos sitúa en una calma tensa que anticipa la tormenta, una soledad agobiante que hace las veces de contrapunto al desasosiego y la confrontación que tendrán lugar.

La película transcurre en un claro "in crescendo" emocional para poco a poco irnos desgajando los distintos aspectos de una familia desgastada y disfuncional. Pese a la sencillez de su planteamiento la película resulta absorbente desde su arranque, principalmente por la fuerza interpretativa del conjunto; el problema comienza en el momento en el que la suma de circunstancias empieza a dar como resultado una especie de telenovela pasada de vueltas. El exceso de tramas dramáticas desemboca en una especie de catarsis trágica dónde la resolución de los conflictos se producen con demasiada continuidad. Se hubiera agradecido algo menos de intensidad en su tramo final, no por su falta de veracidad, sino porque la acumulación de situaciones sólo contribuye a desdibujar y difuminar algunos de los aspectos e ideas más relevantes del texto original, como puede ser el estoicismo como máscara para ocultar la fragilidad de los personajes.

También en este sentido, resultan interesantes las ideas concernientes al arraigo interior de la personalidad, concretamente en lo que se refiere al descubrimiento que uno de los personajes hará de su verdadera forma de ser, un descubrimiento que supondrá tanto una carga como una liberación y que en última instancia es el reconocimiento de una pesada carga que da sentido a una existencia abocada a encontrar la redención. Después de todo "de tal palo, tal astilla".
5,5 / 10

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